Soy una mujer inquieta, pero quiero paz y amor y mucho verde a mi alrededor.
Crecí en un pueblo al suroeste de Polonia. Muchos inviernos blancos, veranos calurosos. Muy pronto conocí lo que es la soledad. Me perdía constantemente al intentar encontrarme. Tan solo era una cría que no tenía idea de cómo se vive la vida, porque carecía de ejemplos. Relaciones toxicas, amores prohibidos, amistades para toda la vida. En el columpio, columpiando la ingenua idea de que hay alguien que me espera al otro lado del mundo. Frutas comidas directamente del árbol, vinos bebidos de la botella y escapadas de noche. Mucha música, mucha poesía, pan recién hecho comido en el campo que daba a la entrada al bosque. Las tormentas bailadas en la lluvia y los pies mojados en el rio. En la bicicleta persiguiendo mi libertad.
Pelo siempre largo, hasta que decidí huir y me lo he cortado.
Huí a Madrid. Ahí siempre estará parte de mi corazón – Madrid, Madrid. Allí volví a ser un poco niña otra vez, pero con todas las consecuencias y responsabilidades de una persona ya mayor de edad. Amistades para toda la vida, amores tóxicos, relaciones libres y mucho ron con Coca-Cola.
Y así, durante unos 5 años ha habido muy poco verde en mi vida. Echar algo de menos era tan normal para mí, que ni me he dado cuenta. Por casualidades de la vida, un día de verano, he aparecido en el pueblo perdido cerca de León. Al volver a sentir el aire fresco con ese olor de la tierra único, escuchar el silencio casi absoluto y ver la profundidad del cielo lleno de estrellas, era algo glorioso y liberador en ese momento. Me eche a llorar y ya no quería irme de ahí. Ese fue el principio del viaje que a pasos muy pequeños y muchas vueltas, me llevo a estar aquí donde estoy ahora. Todavía falta mucho, pero ya tengo mucho más verde a mi alrededor y mis hijos y mi amor, que es del otro lado del mundo.
El pelo, nunca lo tuve tan largo como ahora.
Cierto es, que al traer a mi primer hijo a este mundo y de repente ser madre, ha sido para mí como un viento superpoderoso que coloca todo en su sitio. Como si me regalasen la vida de nuevo. Ha sido todo un proceso, pero fue cuando fisicamente sentí que estoy sanando.
Y así, mi complice – la astrología, como parte de trabajo interno de autoconocimiento y amor propio, está conmigo desde hace varios años. Sigo aprendiendo sobre lo que dice el cielo. Observo mis ciclos junto a los ciclos de la luna y me reconcilio con mi feminidad. Estudio la magia de las piedras y el misterio de las cartas del tarot fortaleciendo mi intuición. Me descubro como mujer, como madre. He de reconocer también – el amor – del hombre que me acompaña por la vida, con el que nos apoyamos en nuestros aprendizajes.
No quiero llamarme experta en nada, simplemente me motiva la curiosidad y las ganas de seguir adelante. Mis días ahora son una constante improvisación, pero siempre con conciencia, buscando alternativas para disfrutar y sentir las maravillas que nos regala la vida. Tengo el claro objetivo de buscar sostenibilidad, ser una persona consciente e inculcar esos pasos dentro de mi familia. Algunas veces acierto, otras no tanto, pero todo son experiencias que me hacen sentir más humana.
Desde la perspectiva de mi personalidad introvertida, quiero compartir mis vivencias. De aquí nace este espacio. Aquí quiero hablar de belleza, aquella que va de mano con la naturaleza, espiritualidad y emoción. Un lugar donde puedo hacer la diferencia y practicar bienestar. Porque hay muchos pasos que podemos dar para reencontramos con nosotros mismos y el bello mundo que nos rodea.
Amo la música, la fotografía y las plantas. Mar y montaña. Perros y gatos. Libros en papel y la poesía.
